Por: Carlos Julio Medina Triana
En los finales del siglo XVIII la humanidad se debatía entre, el feudalismo gerenciado por monarcas y jerarcas religiosos y la República, la mayoría de los países en proceso de emancipación, eligen uno de los dos caminos propuestos, no se deshacen de Robespierre, al contrario lo hacen de Luis XVI y de María Antonieta. Nace la República pero también la oligarquía y la burguesía se alimenta y reacomoda.
Con esta introducción, quiero invitarlos a romper los esquemas mentales elaborados durante la guerra fría para soportar el capitalismo y el socialismo como modelos organizativos de la sociedad, basados en que cada uno funda su poder en su economía local y su mercado al mundo. Tanto el uno como el otro han demostrado su enorme capacidad de producir riqueza, los diferencia tan solo la forma como lo utilizan.
Esto extrae de la discusión todas las teorías existentes de tipo económico, especialmente sobre las dinámicas del mercado y su libertad y centra la discusión en lo fundamental, el ser humano, su forma de organización social y su libertad.
Partamos de la necesidad de encontrar la forma de organización social que colme las necesidades y los anhelos de la humanidad y al medio, que le sirve de hábitat y soporte; en la cuarentena y este virus nos ha dejado ver que somos un rebaño de consumidores, que vivimos en una sociedad del confort que nos hace indolentes e individuales.
Esto y lo sucedido durante nuestra historia nos lleva a afirmar, que la solución no está en la repartición de la riqueza, porque ella como el dinero es tan solo un medio; depende de manera importante de la democratización del poder, de la distribución, de lo que nos da la capacidad de hacer, porque de él emana el control y la posibilidad de obtener nuestros propósitos.
La guerra de independencia nos liberó de la monarquía española, pero no de las oligarquías, la República proponía la repartición del poder entre todos los habitantes de una nación, en busca de una vida digna para todos, es hora de retomar sus ideales.
